martes, 24 de mayo de 2011

Yo y mi circunstancia....

Cuando uno se separa, de quién o de qué se separa?? De una persona? De una situación? Yo creo que una separación va más allá de una persona, o sea, nos separamos de lo que somos nosotros con esa persona o en esa situación. Lo que quiero decir, y perdón si mi análisis es demasiado rebuscado (o demasiado torpe), es que nosotros somos lo que la circunstancia, o la persona que nos acompaña, nos lleva a ser. En general tenemos la capacidad (que no es lo mismo que la virtud, de hecho creo que de virtud esto no tiene mucho) de amoldarnos a una pareja, una situación, un entorno. Entonces, ¿es muy loco pensar que cuando nos separamos en realidad lo que estamos queriendo dejar es lo que somos en ese lugar? Porque vamos, en algún momento te enamoraste, y te llenaba, y te hacía feliz, y todo lo bueno que te lleva a seguir una relación, Entonces, si hoy esa persona es la misma, ¿no será que lo que cambió fue tu "amoldarte al otro"? Y ahora no te bancas ser ese "personaje",  ni estar en ese lugar. Y entonces te alejas, y volvés a ser vos, sin amoldarse a nada más que a vos y tu circunstancia. Yo y mi circunstancia, yo y mi nuevo lugar en esta vida, yo y mis aciertos, yo y mis errores. Pero en definitiva y al final vuelvo, o quizás empiezo, a ser YO.

martes, 10 de mayo de 2011

Finales y principios, una cosa lleva a la otra.

El principio de la historia tenía todo para ser LA historia. Una amistad, el enamoramiento que se fue dando, sin darse cuenta, y después todos los pasos: noviazgo, convivencia, decisión de formar una familia, casamiento, embarazo, familia. O sea, hasta acá todo genial, ideal, la felicidad absoluta. Pero un día te topas con lo que no quisiste ver, con lo que sospechaste muchas veces, pero nunca confirmaste (cosa que te daba aire y te hacía respirar un tiempo más). Te encontraste de golpe con una realidad paralela, o, mejor dicho, con la realidad propiamente dicha. Y sí, ahí todo se viene abajo, como se sigue?? Si tenia todo programado, perfectamente armado de acá a 50 años. Un matrimonio feliz, 2 hijos, casa, auto, perro, que explota en el aire con un "necesito estar solo". Un maldita frase, una frase espantosa!! Solo???? JA!!! Solo quiere decir "no quiero estar con vos, SOLO quiero estar con esta mina que se me cruzo y con la que me cago de risa de vos!! Perdón por el exabrupto, pero esa es la sensación en el preciso momento en el que descubrís que la persona que habías elegido, el que durante casi 10 años habló de ser correcto, de hablar las cosas de frente, te traiciona por la espalda, de la manera más baja y cobarde que existe. Te sentís usada, humillada, y con unas ganas inmensas de romper todo. Y ahí es cuando te das cuenta que no podés quedarte llorando, que hay una personita que te necesita, y que tenés que levantar el traste de la cama, lavarte la cara, y seguir adelante. Así que seguís, y al principio cuesta, aunque nadie lo note y todos te digan que estás genial (pero por dentro se te desgarra el corazón), a medida que pasa el tiempo te das cuenta que la cosa sigue, que día a día estás mejor de verdad, que las heridas de a poquito se cierran, con mimos y apoyo de los que siempre estuvieron. Y un día, vaya uno a saber por qué, te das cuenta que ya no duele esa herida, que sólo quedó una cicatriz, una marca que te va a acompañar siempre, y de la que aprendiste que la vida sigue...Y que esto sólo era el final de un capítulo, pero que por delante tenés todo un libro por escribir.

domingo, 1 de mayo de 2011

El cuento del príncipe azul

En la infancia de cada nena hubo, hay, y seguramente habrá cuentos de princesas y príncipes. La princesa en la torre, la que tiene que huir del hechizo, la que tiene una madrastra y dos hermanastras feas y malísimas, la que vive con 7 enanos (  7 enanos!!!!), y tantas otras un poco más modernas. No importa cuál sea la historia, el título nobiliario de la muchacha o si vive en una torre, todas, absolutamente todas son rescatadas por el Príncipe, azul, encantado, o similar. El príncipe que llega en su corcel, es valiente, lindo, alto, y viene a buscar a esa doncella, para casarse con ella y ser felices y comer perdices. Y, seamos sinceras, todas crecimos soñando con ese Príncipe que nos venga a buscar, para casarse, vivir felices y comer perdices. Cuán distinta hubiera sido nuestra espera si hubiéramos sabido que NO EXISTE!!!! Si nos hubieran dicho que quizás no era tan príncipe, ni tan valiente, o simplemente hubiéramos sabido desde el vamos que la cosa era puro cuento...
Pero no, y ya entrada en los 30 años, debo decir que me crucé en la vida con algún que otro "príncipe", que juró amor  protección eterna, que prometió lo de felices y perdices, pero que al tiempo, y con más de un beso derrochado, se convirtió en sapo y me dejó sola, con la ilusión y el corazón roto. 
Pero a medida que el tiempo pasa y la vida se acomoda, me doy cuenta que ese, ya podemos nombrarlo oficialmente SAPO, por suerte se fué, dando saltos a otro lago, habiendo dado muchas cosas buenas, otras tantas no tanto, pero con la certeza de que me dió lo más importante que hoy tengo, y que va a estar siempre conmigo, la luz de mis ojos.
Así que señor SAPO (porque es un sapo con mayúsuculas, se lo merece, y se lo ha ganado), le agradezco inmensamente los momentos vividos, y también le estaré siempre agradecida por haber decidido tomar otro camino.