domingo, 1 de mayo de 2011

El cuento del príncipe azul

En la infancia de cada nena hubo, hay, y seguramente habrá cuentos de princesas y príncipes. La princesa en la torre, la que tiene que huir del hechizo, la que tiene una madrastra y dos hermanastras feas y malísimas, la que vive con 7 enanos (  7 enanos!!!!), y tantas otras un poco más modernas. No importa cuál sea la historia, el título nobiliario de la muchacha o si vive en una torre, todas, absolutamente todas son rescatadas por el Príncipe, azul, encantado, o similar. El príncipe que llega en su corcel, es valiente, lindo, alto, y viene a buscar a esa doncella, para casarse con ella y ser felices y comer perdices. Y, seamos sinceras, todas crecimos soñando con ese Príncipe que nos venga a buscar, para casarse, vivir felices y comer perdices. Cuán distinta hubiera sido nuestra espera si hubiéramos sabido que NO EXISTE!!!! Si nos hubieran dicho que quizás no era tan príncipe, ni tan valiente, o simplemente hubiéramos sabido desde el vamos que la cosa era puro cuento...
Pero no, y ya entrada en los 30 años, debo decir que me crucé en la vida con algún que otro "príncipe", que juró amor  protección eterna, que prometió lo de felices y perdices, pero que al tiempo, y con más de un beso derrochado, se convirtió en sapo y me dejó sola, con la ilusión y el corazón roto. 
Pero a medida que el tiempo pasa y la vida se acomoda, me doy cuenta que ese, ya podemos nombrarlo oficialmente SAPO, por suerte se fué, dando saltos a otro lago, habiendo dado muchas cosas buenas, otras tantas no tanto, pero con la certeza de que me dió lo más importante que hoy tengo, y que va a estar siempre conmigo, la luz de mis ojos.
Así que señor SAPO (porque es un sapo con mayúsuculas, se lo merece, y se lo ha ganado), le agradezco inmensamente los momentos vividos, y también le estaré siempre agradecida por haber decidido tomar otro camino.

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